APPF_LA VIOLENCIA VICARIA, La EXPRESIÓN MÁS CRUEL DE LA VIOLENCIA MACHISTA

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La violencia vicaria es uno de los tipos de violencia de género más cruel, puesto que la acción violenta se dirige hacia las hijas e hijos. El maltratador actúa con el objetivo de causar el mayor daño posible a la mujer y también a sus hijas e hijos. Es una necesidad imperiosa de perpetuar la violencia contra quienes cree que son de su propiedad. Por desgracia, en el marco jurídico estatal no se menciona como tal, de forma que la violencia vicaria sigue sin ser reconocida a los juzgados (a excepción de alguna Comunidad Autónoma cómo Catalunya o el País Vasco).

​La violencia vicaria es un doble maltrato, lo sufren tanto la madre como las hijas e hijos. Esta forma de violencia afecta a la infancia de muchas formas. En primer lugar, condiciona su bienestar y su desarrollo. En segundo lugar, les causa serios problemas de salud. Y, en tercer lugar, les convierte en instrumento para ejercer dominio y violencia sobre la mujer y sobre su prole. Por todo esto, resulta necesario reconocer a las y los menores como víctimas de la violencia de género de manera real tal y como dicta la ley.
​Únicamente el 0,7% de las hijas e hijos de las mujeres que han sufrido violencia de género tienen suspendidas las visitas con el progenitor maltratador, y solo en el 0,8% de los casos se hace efectiva la retirada de la patria potestad. Por eso ocurre lo que ocurre. Según el INE en la última década, el número de menores asesinados por violencia de género asciende a más de cincuenta. De ellos, unos 30 menores fueron asesinados durante el régimen de visitas o en el periodo que corresponde al hombre en la custodia compartida.
​El caso que marcó un antes y uno después en materia de violencia de género tuvo lugar en 2011, cuando Ruth y José, de 6 y 2 años, fueron asesinados en Córdoba por su padre. Este trágico suceso provocó que se incrementara la conciencia sobre el uso de los hijos e hijas como manera de ejercer violencia de género. Sin embargo, no fue hasta el año 2015 cuando pasaron a considerarse los niños y las niñas también víctimas directas de la violencia de género. La primera sentencia de un caso de violencia vicaria reconocida como competencia especializada en género tuvo lugar a A Coruña en octubre de 2018 a petición de un tribunal jurado. La segunda fue dictada un año después, en octubre de 2019, en València. Esta última, fue la primera obtenida a partir de la petición de la tres fiscales. En este caso, el agresor apuñaló la niña, que todavía no había hecho los tres años, mientras mantenía una conversación telefónica con la madre de la menor y le anunciaba que “se está muriendo”. La niña, por suerte, sobrevivió. La sentencia lo condenó a una pena de 28 años de prisión como autor de un delito de asesinato en grado de tentativa y un delito de lesiones psíquicas, con agravante de parentesco y de razones de género, y la prohibición de comunicarse y de aproximarse a menos de 2 kilómetros a las víctimas, la menor y la madre, durante 37 años. La sentencia también destacó que, a pesar de que la madre había advertido que esto «podía ocurrir», el agresor continuaba disfrutando del régimen de visitas con la menor.
​La violencia vicaria, en definitiva, no lo tenemos que concebir como una violencia aislada, sino como la culminación de un proceso de control y maltrato que sufren a menudo las mujeres, sus hijas e hijos. Es violencia de género. Con el hecho añadido que, mientras no se implementan las medidas legislativas adecuadas para combatirla, algunas de las mujeres que protegen sus hijas e hijos tienen que cargar con multas coercitivas, prevenciones de cambios de custodia y, en el peor de los casos, cambios de custodia y condenas de prisión y multa por desobediencia grave a la autoridad. Habremos, por lo tanto, de hacer un gran esfuerzo de reflexión colectiva y exigir una formación especializada que incorpore la perspectiva de género en la instrucción recibida por parte las autoridades jurídicas, introducir una perspectiva feminista en cada una de las instancias y administraciones que trabajan para las mujeres con el fin de aumentar la efectividad en la prevención y la detección de este tipo de violencia tan terrible. Un talón de Aquiles que debemos vencer desde la psicoterapia feminista en los ámbitos que nos competen.

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